Esta Nochebuena el Papa Noël me ha traído unas mascotas un tanto desagradables. Se trata de una familia de ratoncitos de ciudad que han decidido acampar a sus anchas detrás de mi lavadora.
La Naturaleza es sabia y hermosa, no digo que no, pero determinadas criaturas prefiero verlas en el Discovery Channel antes que correteando por la cocina de mi casa… me entendéis, ¿verdad?
La primera noche dejamos un trocito de queso para comprobar si nuestra sospecha era cierta. Eso sí, yo, que me gusta ser buena anfitriona, no iba a dejar un trozo de queso cualquiera, y le puse a mis invitados una estupenda tapa de queso curado de oveja de la Tierra a la que poco menos me faltó que ponerle cebolla caramelizada por arriba por eso de jugar con la mezcla de sabores.
A la mañana siguiente despejamos nuestras dudas y dio comienzo una lucha encarnizada contra nuestros amigos roedores que ha durado una semana.
Como en todo conflicto armado, comenzamos primero por la planificación y el avituallamiento. Primero compré legía…. Muchísima legía… No sabéis cuánta… Y colocamos restos de comida de pequeñas dimensiones por la cocina con el objeto de que los ratoncitos entendieran que aquello iba a ser el campo de batalla, y no el salón, el baño o los dormitorios. En segundo lugar, nos hicimos con una buena provisión de ratoneras, pegamentos para roedores y, lo más sofisticado de todo, veneno de acción lenta.
Llegados a ese punto, aparte de que mi cocina parecía Kabul, comencé a pensar si realmente aquello que hacíamos era o no ético. Me sentía como un auténtico soldado Israelí en plena franja de Gaza (que era la lavadora). Estaba claro que yo en aquel conflicto era el bando opresor y los ratoncitos, sin duda alguna ante aquel arsenal, era el pobre pueblo oprimido.
Mis dilemas morales terminaron a la mañana siguiente cuando vi que no quedaba resto alguno de queso en ninguna ratonera, ni en los pegamentos y para colmo, no sólo se habían comido los venenos si no que, encontraron la bolsita con las dosis y se la comieron casi entera.
Entonces pensé: “Venís a mi casa, la invadís, os coméis mi comida, defecáis en mi encimera (y en las estanterías, el sofá y el mueble de la tele…) y, además de eso, os reís en mi cara…. Estáis muertos!”
El combate duró 5 días y sus respectivas noches.
La mañana del 31 de Diciembre de 2011, fecha que quedará para los anales de la historia, vimos al despertar que habíamos ganado aquella batalla. Dos ratones del tamaño de una vaca habían sido apresados y ejecutados durante la noche dando por terminado nuestro conflicto.
Celebramos la victoria derrochando legía y sonrisas por el hogar, sabiendo que aquel día podríamos disfrutar de una tranquila velada con nuestros amigos para festejar el fin de una año, una guerra y una era para los Larios-Artiga.
A las 18:00h de aquel día, mientras veíamos tranquilamente por la televisión como media España se preparaba para recibir el 2012, volvimos a ver un nuevo roedor deambular.
Y llegados a ese punto, con todos los amigos preparados para venir a cenar y la nevera llena de comida un 30% más cara de lo normal, decidí hacer lo que desde un principio tendría que haber hecho…
Cuñada!! Me encanta, qué bien escribes y lo he visualizado todo, pero me han hecho los ojos chirivitas cuando he visto...niña, cómo se escribe el compuesto químico para la limpieza y desinfección de superficies, cuyo ingrediente activo es el hipoclorito de sodio?
ResponderEliminarBesotes
Cuando empecé con mi blog mi cuñada me recriminaba la ortografía también. Debe de ser cosa de cuñadas.
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