Si no lo cuentas es como si nunca hubiera sucedido...

sábado, 18 de febrero de 2012

Cosas de Madres

El otro día una compañera que disfruta de su baja por maternidad vino a visitarnos a la oficina con su precioso bebé. Durante unos minutos aquella pequeña persona fue el centro de todas nuestras atenciones, dejando por un momento de lado el frenético ritmo del lugar de trabajo.

Pasado unos instantes la diana de todas las miradas cambió el rumbo.
De pronto, todos los compañeros depositaron su vista hacia mí y me dijeron esa mítica frase de: “ A ver cuándo te animas, tú, que ya te toca!”

De verdad, qué extraños son los Veintitantos… hace sólo unos años en la Universidad me bombardeaban con los rollos de la planificación familiar, los métodos anticonceptivos y las maternidades prematuras y ahora, apenas 3-4 años después, resulta que me tengo que poner las pilas??? Estamos locos o qué??? Esas campañas de la Uni qué demonios eran???
Una de las últimas veces que vi a mi queridísima tía Rosa, a la que desde aquí mando un beso muy fuerte, me comentó con ese plante serio que pocas veces saca pero que impresiona que tú no veas: “Pues hija, yo a tu edad me quedé embarazada de tu primo, y acuérdate de la caña que me metíais todos con que se me pasaba el arroz!”

Una se queda fría cuando escucha algo así, de verdad.
Lo más preocupante de todo, lo que realmente me ha provocado auténticos sudores fríos, es que empiezo a ver que todo aquello que para mí era incomprensible de mi madre hace unos pocos años me ha poseído y suelto expresiones de este tipo:

-          No andes descalzo que te enfrías!

-          Sécate el pelo antes de acostarte que te vas a constipar! Y tápate bien los riñones con la manta!

-          Nah… A la pera le quitas la parte pocha y eso se puede comer….

-          Ojo con el chicle, que como te lo tragues se te queda pegao a la tripa! Y bébete el zumo que se le van las vitaminas!

Sí, sí, como os cuento… Madre mía, pero si el otro día le puse Blanco España a los azulejos del baño!!! Si no eres madre, eso una no lo hace….
Y aquí viene lo mejor de todo: El otro día me sentí tentada de planchar unas bragas!! Prometedme todos que si un día me veis planchando algo como unas bragas, un calcetín o unas sábanas, me daréis un buen tortazo para que me despeje…

Estoy preocupadísima, de verdad. ¿Qué va a ser lo próximo? Coser calcetines con un huevo de madera!!

Ay Señor, pero en qué me he convertido!

Bueno mira, al final, por muchas conductas que una tenga, una no siente la llamada de la cigüeña hasta que no quiere, por mucha presión social que una tenga y muchos indicios que vaya viendo.

Lo siento, pero de momento, no tengo ni pizca de ganas.

Eso sí, aquí y ahora aprovecho para decir que, si el día de mañana los tengo, y en especial, si es niña, prometo no repetir ciertas cosas de las que mi madre me hizo pasar a mí.
Querida hija del futuro:

-          Prometo que el día que quieras empezar a depilarte no te venderé la moto de que es mejor esperarte unos años (porque si no, luego te salen más…) ni te dejaré ir a la playa con un matojo de pelos teñidos de rubio en las piernas.

-          Juro que no comerás filetes de hígado de ningún ser viviente. Por muy empanado que eso vaya y por mucho hierro que eso te pueda aportar.

-          Con esperar 10 minutos a hacer la digestión es suficiente… Báñate!

 Ahora bien, querida hija mía del futuro, que sepas… “Si eres tan mayor como para salir de fiesta hasta las tantas, también eres mayor pa madrugar”.

sábado, 11 de febrero de 2012

El Escenario está en la Calle

La primera vez que vi a Clarence vivía muy cerca de Portal del Ángel y bajaba a pasear a mi viejo perrito Burot. Mientras andaba por el carrer de Portaferrisa escuché una profunda voz africana que envolvía las aceras.

Me acerqué hasta la pequeña plaza situada en la convergencia de ambas calles y allí le vi. En aquel momento no tenía mucho público, tan sólo algún turista despistado y pocos más que pasábamos a esas horas por allí, pero sólo su voz lo llenaba todo:



Pedí un café para llevar en un bar cercano y me senté en un escalón a escucharle cantar mientras desayunaba. De vez en cuando se giraba y me dedicaba alguna estrofa de Killing me Softly.

Semanas después le encontré tocando bajo el soportal de La Caixa. Era un día de lluvia y volvía de trabajar protegida bajo mi paraguas. Llovía a mares, comenzaba a hacer frío, pero él seguía allí tocando, con su característica indumentaria estilo Hawaiana, sin importarle la ausencia de aforo en su espectáculo.

Me paré justo en frente de él, con mi paraguas, y esperé a que terminara su canción. Con una voz así frente a ti, no se siente el frío ni la humedad. Me aproximé a la funda de su vieja guitarra, le dejé 10€ y le hice con mi mano un gesto de aprobación.

Clarence debe sacar bastante dinero actuando para los turistas y transeúntes, no me cabe la menor duda, pero él toca en la calle porque le gusta la música y porque cree que es el  mejor lugar para hacerlo.

Tiempo después descubrí gracias a Internet que había sido vocalista en uno de mis grupos favoritos (08001) y que abandonó la banda para hacer lo que más le gusta, emocionar a la gente cara a cara. Participa en el proyecto Playing for Change y el año pasado abrió el XV Festival de Jazz del Palau de la Música.

Seguro que él prefiere su preciosa esquina de la Ciutat Vella.

Quizás por el mismo motivo que Clarence, porque la calle encierra una enorme dignidad como escenario, es por lo que varios componentes del grupo pacense Darksound han decidido actuar en este precioso emplazamiento.

Desde aquí animo a Ricardo, Pedro y Mudhoney a seguir con este bonito proyecto de llenar las aceras de diferentes ciudades con su música. No hace falta decir que si queréis vivir la experiencia de tocar en el escenario callejero Condal, tenéis un techo para vosotros.

Para terminar de hablar de música de calle, os dejo el nuevo descubrimiento de mi amiga Sole Noguera, quien me recomendó con mucho acierto a la cantante Zaz. Aquí tenéis un preciso tema titulado Les Passants, interpretado en uno de los enclaves más bellos del planeta: las calles de Montmartre.

lunes, 6 de febrero de 2012

Momento Palomitas: Las Pasiones

¿Que por qué hablo tanto de cine?

Decidme una escena cualquiera de Mary Poppins. La que primera que os venga a la cabeza. Me juego lo que queráis a que soy capaz de repetir palabra por palabra e imitar la entonación de cada fragmento de esa película.



Pasan los años y sigo cantando My Favorites Things de Sonrisas y Lágrimas cada vez que cocino, me ducho o hago cualquier cosa en la que no tenga que pensar demasiado...



Sin exagerar, mi hermano y yo pudimos ver más de 50 veces Pulp Fiction y disfrutar como la primera vez cada una de ellas. Nos encantaba, por que era además una película prohibida para nosotros que mi padre odiaba que viéramos.


Lloro cada vez que veo Los Puentes de Madison. Y la he visto decenas de veces. Siempre espero que ella se baje del coche y corra a abrazar a Clint en mitad de la lluvia. Sé que nunca pasará, pero siempre que la veo tengo la esperanza.



El principio de Memorias de África siempre me pone la piel de gallina. Sólo escuchar las primeras notas de la BSO ya me produce emoción. Y no puedo evitar decir cada vez que la escucho "Yo tenía una granja en África..."



Me indigno cada vez que escucho a Eliott gritar a Peter Coyote "Él vino a mí!! Él vino a mí!!!!" mientras Drew Barrymore llora al ver las flores marchitarse. ¿No lo entienden? Él fue a Elliot!!!!


Sí, no lo voy a negar. El cine es mi PASIÓN.


domingo, 5 de febrero de 2012

Aprender de los Errores

Uno de los tres pilares en los que se sustentan los valores de la empresa en la que actualmente trabajo  es “Aprender de los errores”.

Habitualmente, en mis entrevistas de selección, suelo hacer la siguiente pregunta  a los candidatos: ¿Cuál es el mayor error que has cometido profesionalmente, cómo conseguiste solucionarlo y, en caso de no haberlo solucionado, qué aprendiste de ello?”.  

Me encantaría podeos explicar aquí las respuestas que he llegado a escuchar y que, por ética profesional , no voy a desvelar en este momento… Pero os puedo asegurar que todo el mundo comete errores, se comenten cada día errores enormes y, la mayoría de la gente, tras meter la pata no se plantea qué pudo aprender de todo ello.

Cuando los candidatos pasan la selección y entran a trabajar en la empresa, el primer día les vuelvo a recalcar “No nos importa que cometas errores, partimos de la idea de que en tu paso por la empresa vas a cometerlos, pero queremos que aprendas de ellos”.

Y me quedo tan ancha… Como si aprender de los errores fuera algo tan sencillo…
Pues bien, hoy aquí voy a dar una serie de pautas para intentar conseguirlo:

EVITA LOS SENTIMIENTOS DE CULPA
Para comenzar, la primera pauta que debemos seguir a la hora de cometer un error es no asociarlo con un “fracaso” o “debilidad”.

Como consecuencia de diversas enseñanzas de carácter religioso, muy arraigadas culturalmente,
tendemos a creer que los errores son siempre la consecuencia de nuestras propias carencias, debilidades y temores, lo que suele generar sentimientos de culpabilidad. Sin embargo, debemos ser conscientes que esta asociación no es más que una imposición cultural que queda muy alejada de la realidad.
No nos fustiguemos, cometer errores no es malo. Es sano y nos ayuda a crecer.

Un claro ejemplo de lo que decimos, podemos encontrarlo en la ciencia. La ciencia, basada en métodos hipotético-deductivos, avanza gracias a los errores. Dicho de otro modo, tal como apuntaba Karl Popper: El avance en la ciencia está en falsar sucesivas teorías para así, sabiendo lo que no es, poder acercarse cada vez más a lo que es.

Hoy sabemos que la Tierra es redonda, gracias al fabuloso error que Anaximandro cometió al afirmar que nuestro planeta era plano y que, siete siglos después, Ptolomeo logró falsear.

Anaximandro (600 años antes de Cristo!!) abrió así uno de los mayores dimes y diretes de la historia de la Astronomía y fue el inicio de uno de los grandes descubrimientos de la Ciencia.


ASUME TUS RESPONSABILIDADES
En segundo lugar, encontramos el factor más determinante a la hora de aprender de nuestros errores: el reconocimiento.

Reconocer tu responsabilidad frente al error es vital para aprender de ellos.

A menudo, cuando la gente me explica a cerca de errores que han cometido, suelo escuchar:

-          No me dieron tiempo suficiente para hacer esta tareaà ¿Exigiste más tiempo para hacerla? ¿Comentaste que, esa falta de tiempo podía dar lugar a un error?
-          No tenía los medios suficientes para hacer la tarea correctamenteà ¿los pediste? ¿lo
avisaste?
-          La tarea que me asignaron está por encima de mi nivel à ¿Lo advertiste?

Tras un error siempre buscamos aquellos factores externos que nos han llevado a cometerlo, pero debemos darnos cuenta que fuimos nosotros quienes no pusimos medios para evitarlos.

En nuestro día a día profesional debemos aprender a reconocer que tanto los éxitos como los fracasos tienen un único origen: nosotros mismo. Es lo que en psicología llamamos “Locus de Control”.

El concepto de locus de control (LC) se refiere al grado con que el individuo cree controlar su vida y los acontecimientos que influyen en ella. Las personas con un LC interno se acreditan como capaces de influir en su propio destino; por el contrario, las personas con LC externo, son aquellas que lo atribuyen a la suerte, el azar o lo sobrenatural.

Los trabajadores con LC externo, suelen adoptar actitudes de conformismo, apatía, desinterés y sumisión con mayor frecuencia que los trabajadores con LC interno, que generalmente tienen un mejor desempeño en su trabajo, éxito y satisfacción. Sabemos además que Locus de Control e inteligencia son dos conceptos que van de la mano, siendo los individuos con LC interno los mejor parados.

Desgraciadamente, los estudios muestran que la mayoría de nosotros poseemos un  LC externo. Sin embargo, también hoy sabemos que el  LC es un rasgo de la personalidad que puede ser fácilmente modificado a través del aprendizaje.

ANALÍZATE. APRENDE DE TUS ERRORES
Si hemos seguido correctamente las dos pautas anteriores, estamos en disposición de llegar al punto en el que podemos aprender del error.

En este punto es donde debemos preguntarnos qué aspecto de nosotros mismo, ya sea una conducta o un rasgo de nuestra personalidad, nos ha llevado a cometer dicho fallo. Es por tanto una fase de autoanálisis, en la que no entraremos  a evaluar qué otros aspectos extrenos han podido llevarnos hasta el fracaso (a pesar de que, muy probablemente, muchos de esos factores externos hayan tenido que ver en la consecución de dicho resultado).

En este momento, es cuando, en un ejercicio de valentía y honestidad, hemos de preguntarnos: ¿en qué momento comencé a cometer fallos? ¿por qué? ¿qué los desencadenó? ¿qué tendría que haber hecho para no haber llegado hasta allí?¿alguna vez he actuado del mismo modo y ha tenido consecuencias similares? Y el más importante, si volviera a ocurrir ¿cómo tendría que actuar  para no caer en el mismo error?

Si conseguimos respondernos a estas preguntas e intentamos, en la medida de lo posible, recordarlo en nuestro día a día, es muy probable que, la próxima vez que encontremos la piedra, no tropecemos.