Si no lo cuentas es como si nunca hubiera sucedido...

sábado, 10 de marzo de 2012

Una Catalana con Jamón, Por Favor!

Así llamamos en BadaYork a lo que por estos lares denominan “el pà amb tomaquet amb una mica de pernil per sobre”.

En adelante, para entendernos todos bien, vamos a denominar a este exquisito plato un “pantumaca con jamón”.
En Badajoz para hacer el pantumaca, que es muy servido en bares para desayunar a modo de tostada, se coge el tomate, se pela y se bate junto con sal, aceite y pelín de ajo. Y con esa pasta que surge se lo untas encima a un trozo de pan que allí llamamos “Mollete”.
Un mollete, para quien no lo sepa, es lo siguiente:



Se llama mollete, porque es la forma que deja en tu cara si lo comes cada día.
“¿Por qué demonios cuenta todo esto María?”, estaréis pensando. “¿Va a hacer una nueva sección de cocina?”. No tranquilos, si queréis un buen blog de cocina tenéis el de mi amiga Elena, titulado Elena en su Salsa, que hace unas cosas la mar de ricas.

Os cuento todo esto porque la primera vez que vine a Catalunya me impactó muchísimo ver como para hacer esta exquisita receta, cogían un tomate, lo partían por la mitad, lo frotaban bien contra la tostada (o “torrada” que le llamamos aquí) y lo tiraban a la basura. Me decían los amigos: “Si quieres otra tostada, repites la operación con un nuevo tomate y punto”

En Badajoz, antes muertos que tirar a la basura el tomate. Me quedé alucinada con ese derroche de medios!  Pensé “para que luego digan que los catalanes son agarraos!”.

Y es que yo no sé si Catalunya es una Comunidad Autónoma, un Estado Independiente, una Nación o lo que quiera que se denomine. Lo que tengo claro es que no se le parece en nada a Badajoz.

Terminé la carrera, me lié la manta a la cabeza y me vine a Barcelona. Me encantaba esta ciudad… Me parecía tan Cool. En Barcelona todo parece Cool. Si a la gente del barrio de Gracia les diera por salir a la calle con un calcetín sudao en la cabeza, los calcetines sudaos en la cabeza serían cools, y media España, Francia e Italia, saldría a la calle al día siguiente con eso puesto. Estoy segura.
Me vine a Barna con una sola maleta (a día de hoy, si tuviera que volver, cargaría yo solita un Boeing 747). Aparecí tras 14 horas de viaje en aquella estación de trenes inmensa, llena de gente y… repleta de carteles en catalán! No había nada en castellano, lo prometo. No esperaba que aquello del catalán se estilase tanto! Tuve que preguntar a una jipi que pasaba por allí cómo cogía el metro para llegar a mi destino porque era incapaz de encontrar nada con aquel maldito idioma. ¿Pero no era un dialecto? ¿Por qué no lo entiendo? Pensaba mientras deambulaba llorando por aquella inmensa estación.



Al  fin logré llegar a la que sería mi casa a partir de ahora. Cuando una abandona una ciudad como Badajoz y se planta en Barna realmente espera poder vivir en esas típicas casas de gente joven que salen por la tele, tipo Friends, de color morado y con un precioso marco amarillo en la puerta




La maldita realidad te da una lección nuevamente.


En la ciudad condal todas las casas son estrechas, viejas, oscuras y caras. Pero a pesar de ello, una, con tal de estar en mitad del meollo, con tal de no perderse esa oferta de la ciudad, paga lo que sea…
Al cabo de unas horas, descubres que, a pesar de la situación, todo queda lejos.

¿Que quieres ir a al bar de moda del centro?

-          Barcelona: 45 minutos de metro
-          Badajoz: 10 minutos de autobús (si vives en las afueras)
¿Ir a trabajar?

-          Barcelona: 30 minutos de metro, 10 caminando y 15 de autobús
-          Badajoz: 5 minutos paseando (y te da tiempo de echarte un café en la Corchuela)
Y así con todo. A veces me he puesto mala (gripes, gastronteirtis,…esas cosas). Prefiero ir a trabajar que acercarme al ambulatorio más cercano… El esfuerzo es menor.

Al final te acabas haciendo a todo. La gente hace ganchillo en el metro, lee, chatea con el Smartphone, … Te acabas buscando la vida para que ese rato pase con cierta dignidad y parezca que puedes aprovecharlo.

Los primeros días, son horribles. Echas de menos todo: la familia, los amigos, la alegría, la tranquilidad, la proximidad de los sitios, la manera de vestir, de hablar, las costumbres,… Todo.

Pero de pronto un día coges la bici, te pones a pasear por la ciudad y descubres lugares que no tienen precio. Recuerdo la primera vez que me senté sola a admirar la Sagrada Familia



No podía dejar de mirarla. Era la construcción más bonita que había visto.
Otra ventaja de vivir en Barcelona es el mar. Vale que la Barceloneta es la playa más artificial de la Creación. Que aunque tenga agua, no ves una miserable gaviota o medusa y, para colmo, ni siquiera huele a mar. Pero esa sensación de salir del trabajo, coger la bici y plantarte en la playa a tomar el sol, es una pasada.

Y llega un día en que te adaptas, te unes a la masa y te acabas haciendo. Y ya no sabes de dónde eres. Vas a tu pueblo y no conoces a nadie. Aquello ya no es tu casa. Tu día a día ya no está allí. Pero está claro que de Barna tampoco eres. Lo de ser pacense se lleva tan dentro que siempre sale. Así que te resignas y piensas que eres de todas partes. “Una catalana de Extremadura o una extremeña de Catulunya”, no como digo yo.
Lo importante, como siempre digo, es ser feliz. Aquí está lo tengo, y allí está lo que soy. En Barcelona está mi casa, mi trabajo, mi amor, mi gente, mi vida,… Y me encanta ver que todo lo que aquí tengo lo he logrado por mi misma. Y allí está lo que me ha hecho ser como soy.


Mi familia



Mis amigos

Mi infancia....
Creo que no volveré (o eso pienso a día de hoy), pero no olvidaré nunca el lugar de donde vengo. Y siempre querré volver.

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